lunes, 5 de octubre de 2009

El Rincón del Dr. Decibelius



BREVÍSIMA INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LOS SOPORTES DE REPRODUCCIÓN DE AUDIO DOMÉSTICA

¿Cómo disfrutar de una canción o un poema recitado, una y otra vez, sin necesidad de tener delante a la orquesta o al juglar?
¿Cómo volver a escuchar un discurso memorable al que no acudimos?
La transmisión oral es un acto momentáneo, único, irrepetible, y en la mayoría de los casos, colectivo.
Hoy en día, gracias a los soportes de audio, podemos disfrutar en la soledad de nuestro hogar de cualquier tipo de documento sonoro grabado.
El camino recorrido hasta tener un minúsculo reproductor de mp3 en la palma de la mano ha sido intenso.

El francés Leon Scott inventó en marzo de 1857 el fonoautógrafo, el primer artilugio capaz de grabar sonido, pero no de reproducirlo.
El primer método de grabación y reproducción de sonido conocido fueron los cilindros de cera de fonógrafo, artilugio concebido por Thomas Edison en julio del 1877; su primer uso fue el de grabar mensajes telefónicos.
Más tarde llegarían las grabaciones musicales, impresas en los surcos sobre el exterior de estos cilindros huecos de cera blanda, que se gastaban con muchísima facilidad; el comprador de estos cilindros podía retornarlos una vez se gastaban para cambiarlo por un crédito parcial que le valiera para adquirir nuevas grabaciones o para pulirlo y realizar nuevas grabaciones en él.
Charles Tainter patentó en el 1890 los resistentes cilindros de cera de carnaúba, sustituyendo los antiguos compuestos de parafina y cera alba; tras éstos Edison creó los “Edison gold moulded records”, unos cilindros de cera dura que podían reproducirse más de cien veces.
A finales del siglo XIX las empresas fabricantes de estos cilindros estandarizaron las medidas de los mismos: 10 cm de largo y 5,7 de ancho, con una capacidad de unos dos minutos de registro sonoro.
Estos cilindros se comercializaban en envases metálicos de lata; por esto, y por el sonido metálico de las primeras grabaciones, a la música grabada se le llama “enlatada”.
El primer gramófono de discos de vinilo (el padre de nuestro tocadiscos, que giraba a 78 u 80 revoluciones por minuto) fue el Berliner y apareció sólo diez años después que el fonógrafo de cilindros de cera.

En un primer momento de coexistencia con el disco de vinilo o pizarra los cilindros de cera ofrecían mayor fidelidad de sonido y la posibilidad de ser utilizado para hacer grabaciones caseras, pero con el paso del tiempo se impuso el sistema de discos de vinilo pues tanto las grabaciones como los reproductores de discos eran más baratos de fabricar, y además, curiosamente, los discos eran más fáciles de almacenar y apilar que los cilindros.
El cilindro de cera dejó de fabricarse en los años 30 y así, por tanto, el fonógrafo dejó paso al gramófono y a su descendiente directo, el tocadiscos.
Hasta el 1900 no se graban en ambas caras del disco de vinilo.
El primer tocadiscos aparece en el año 1925.

El tocadiscos, a diferencia del gramófono que funcionaba con un motor a cuerda, se concibe enteramente eléctrico, por lo que brinda al usuario unas prestaciones hasta entonces desconocidas, como la del control del volumen y la de una velocidad de reproducción constante, con una mejora de la calidad de sonido considerable.
A la vez que el tocadiscos nacen los primeros equipos de amplificación de válvulas.
Hasta el 1931 los discos rotaban a 78 u 80 rpm; a partir de esa fecha nos encontramos que los discos también pueden girar a 33 rpm, obteniendo así mayor duración del disco (de 15 a 20 minutos).

En el 1934 nacen los discos de acetato (ese mágico material plástico del que están hechas, por ejemplo, las míticas gafas de pasta de Woody Allen).
En el año 1945 se crea el microsurco, que alberga casi 10 surcos por milímetro; ésto, sumado a la nueva velocidad de giro de 33 rpm, hace que los discos lleguen a una duración mayor de 40 minutos.
El vinilo se impone como el mejor formato de reproducción musical doméstico convirtiéndose por derecho propio en el soporte musical icono del imaginario de la música popular y sobreviviendo hasta nuestros días, en los que vivimos un resurgimiento en el disfrute de la obra de nuestros grupos o solistas preferidos en este mítico formato.

Y llega el primito juguetón de la familia de los soportes de audio: el cassette.
Philips introdujo la cinta de cassette a mediados de los años 60 bajo el nombre de “compact cassette” con la idea de reducir el tamaño de los antiguos magnetófonos y de sus cintas, pudiendo así convertirlo en un artilugio al alcance de todo aquel que quisiera disfrutar de reproducción en el ámbito del hogar, es decir, de convertir los aparatosos magnetófonos de cintas en pequeños y cómodos electrodomésticos para todos.
Inicialmente este formato fue diseñado para el dictado y uso portátil no siendo su calidad de grabación y reproducción adecuada para la música; de todas maneras, y aunque el formato cassette supuso una notable merma en la fidelidad de reproducción sonora, su éxito fue total.
Con la aparición en los 70 de la reducción de ruidos Dolby B y las cintas de cromo el formato cassette consiguió una notable y digna mejora en su calidad sonora.

Años 80. Aparición del Walkman de Sony. Reproductor portátil de reducido tamaño con el que poder oir música mientras caminas: la locura.
Chicos y chicas de todo el mundo caminan bailando por las calles al ritmo de una música que sólo ellos oyen: la reproducción musical portátil es ya una realidad y el walkman se convierte en el artículo más pedido a sus majestades reales del lejano oriente que nos traen regalos en navidad.
El cassette se convierte en un icono absoluto de los años 80, aunque bien es capaz de convivir algún tiempo hasta la llegada del cd en los años 90.
Quizás algunos de nosotros tenga en casa algún aparato reproductor de cassettes y muchas cintas guardadas en cajas de zapatos en el baúl de los recuerdos, pero en eso quedó el cassette, en mero vestigio de una bonita revolución en la reproducción sonora doméstica.

La cinta de cassette se vió abocada a desaparecer tras la instauración del formato musical cómodo y limpio por antonomasia: un disco de policarbonato de plástico de 12 cm. de diámetro con una capacidad de grabación de 80 minutos y que no se deteriora con el número de reproducciones: el cd.
La paternidad compartida del disco compacto corrió a cargo del holandés Kees Immink (que desarrolló el sistema óptico para Philips) y del japonés Toshitada Doi (desarrollando la lectura y codificación digital para Sony) allá por el año 1979, siendo presentado en sociedad en el año 80.
El cd supuso llegar a la cima de la más alta fidelidad en la reproducción de la música grabada, en la robustez del soporte y en la ausencia de degradación del sonido con el paso del tiempo, además de tener la posibilidad de marcar el comienzo y final de cada pieza, así como tener datos sobre la misma como información de los tiempos, títulos, orden de reproducción, repetición de todo el disco o de una sola canción, etc.
El famosísimo director de orquesta Herbert Von Karajan, gran defensor del cd desde su creación, promovió convencido las virtudes de este formato durante el festival de la música de Salzburgo del año 1981, y desde ese momento el cd comenzó su imparable carrera.

Los primeros títulos grabados en Europa en disco compacto fueron el album "Visitors" de Abba, la "Sinfonía Alpina" de Richard Strauss y los valses de Chopin interpretados por el pianista chileno Claudio Arrau. En Estados Unidos fue Billy Joel el primer artista en editar un disco suyo en este formato.
El diámetro de la perforación central de los cds es de 15 mm., medida correspondiente al diámetro de la moneda de 10 centavos de florín de Holanda; el diámetro del disco compacto es de 12 cms. que corresponden a la anchura de los bolsillos superiores de las camisas para hombres.
Los cds deben su capacidad de almacenamiento de 74 minutos de audio a la novena sinfonía de Beethoven, que debía contenerse entera y sin cortes en un solo disco.

Muchos otros formatos de audio como el cartucho de cinta magnética, el dash, el pro-digi o el mini-cd vieron la luz pero no alcanzaron el éxito (comercial) deseado,
El minidisc tocó el éxito comercial con la punta de sus dedos pero no legó a agarrarse a él, aunque sigue siendo considerado un soporte de grabación (más que de reproducción) de muy alta calidad.

Y llega el soporte anti-soporte, el formato sin forma, el soporte virtual: el mp3.
Un reproductor de audio que, en los modelos comerciales más avanzados, puede tener el tamaño de un After-eight (la deliciosa lámina de chocolate negro rellena de menta) y es capaz de almacenar miles de canciones, miles de minutos en un soporte popularizado gracias a internet y su relación directa con el almacenamiento de música a través de las computadoras personales.
Ya el formato no es de cera, pizarra, vinilo, cinta magnética o termoplástico; este formato no se puede palpar y se mide en bytes.
El formato mp3 se ha convertido en el estándar utilizado para el “streaming” y compresión de audio gracias a la posibilidad de ajustar la compresión del archivo de música hasta 15 veces menos de su tamaño original.

El formato mp3 nació en el Instituto Tecnológico Fraunhofer en la Alemania de mediados de los ochenta, aunque esta tecnología no fue aprobada por la Moving Picture Experts Group (de ahí las siglas mpeg) hasta el 1992.
El formato mp3 ha llegado mucho más lejos del mundo de la informática e internet gracias al enorme desarrollo de los reproductores de mp3, ya sean autónomos (como el reconocido Ipod) o los integrados en los equipos de alta fidelidad (ya no tenemos lectores de cd sino lectores de audio wav, mp3, mp4 o las demás siglas que procedan).
Ya contamos con el BluRay como nuevo miembro en la familia de los formatos, y quizás en el momento que leas estas líneas otro formato de audio se esté desarrollando o a punto de ver la luz, pero hasta aquí hemos llegado, por ahora.
El Doctor Decibelius, quien les habla, disfruta pinchando en el tocadiscos sus clásicos vinilos de rock, se relaja oyendo en su equipo de cd los grandes autores de la música clásica "remasterizados" y lleva su minúsculo reproductor de mp3 en el bolsillo de su camiseta cuando sale a dar un saludable paseo por el parque.

Para gustos, colores.
Y formatos.

¡Hasta el próximo newsletter, amigos y amigas!

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