Las cantantes de ópera maximizan su emisión sonora en frecuencias en que la orquesta es menos poderosa y en las que nuestro oído posee mayor sensibilidad. Lo mismo en el habla que en el canto, producimos sonidos sostenidos mediante vibraciones de las cuerdas vocales, repliegues de membrana mucosa situados en la nuez que interrumpen de forma periódica el flujo de aire que exhalan los pulmones. Estos pliegues vibran a una frecuencia fundamental, que determina su altura tonal: normalmente, entre 100 y 220 Hz, o vibraciones por segundo, para el habla normal y de 50 a 1500 Hz para el canto.
Tanto el habla como el canto contienen series de armónicos, en esencia múltiplos de las frecuencias fundamentales. Los cantantes, y especialmente las sopranos, aprenden a sintonizar las resonancias de su tracto vocal para que concuerden con la frecuencia fundamental, lo que les proporciona un impresionante aumento de potencia acústica. Las orquestas alcanzan normalmente su máximo volumen sonoro a frecuencias que rondan los 500 Hz, y decae rápidamente a frecuencias superiores. El oído humano, en cambio, posee máxima sensibilidad en la banda de los 3000 a 4000 Hz. Muchos cantantes de ópera aprenden a aumentar la potencia en los armónicos de frecuencias superiores a los 2000 Hz, lo que contribuye a que sus voces resalten por encima de la orquesta en esa zona frecuencial. Una orquesta de 10 músicos puede producir mucha energía sonora, no hay otra solución que aprovechar la zona donde la orquesta no puede producir tanta energía.
Por ultimo, los cantantes de ópera se valen mucho más del vibrato – una variación lenta y cíclica de la altura tonal – que los músicos de la orquesta. Este efecto contribuye al procesamiento de la señal en nuestro sistema auditivo y permite apreciar que la voz es diferente del acompañamiento de la orquesta.
Texto de John Smith, Universidad de Nueva Gales de Sur en Sydney, Australia.
Articulo de Investigación y Ciencia Nº 374
Centro de creación de las artes de Alcorcon
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