martes, 27 de abril de 2010

La música y las voces de la gente se cuelan cada fin de semana en mi cama

A. SALAZAR

A veces, los problemas para dormir no son propios, sino que vienen de fuera. Unos 20.000 malagueños tienen dificultades para conciliar el sueño debido al ruido que sufren en sus propias viviendas. Vivir en en el centro de las ciudades, cerca de las zonas de marcha, o tener vecinos excesivamente estridentes trae de cabeza a muchas familias que incluso se han visto obligadas a vender sus viviendas y trasladarse, tras años viendo perjudicada su calidad de vida.
La diversión de los demás lleva siendo un problema para Joaquín Jiménez y su esposa Pilar desde hace más de una década. Viven junto a la plaza de Uncibay, en pleno centro de la capital, y cada noche de los jueves, viernes, sábados y vísperas de fiestas, la música del pub de abajo y las conversaciones de los jóvenes que se citan en la plaza se meten en su cama. No les hace falta un sonómetro para saber que la marcha que está a la puerta de su casa supera los 55 decibelios que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera pernicioso para el bienestar de las personas.

Cristales a prueba de ruido
En su caso, ni siquiera los cristales insonorizados con los que protegieron toda la casa han bastado. Aún les llega la algarabía pese a la inversión de casi 6.000 euros. Un tercio de los días del año sufren insomnio. Por la mañana, se encuentran cansados, irritables, nerviosos, les duele la cabeza... «Descansar es un derecho constitucional, igual que la inviolabilidad del domicilio, y el ruido invade mi casa tanto como si un ladrón echase la puerta abajo», dice Joaquín.
Los jueves, el ruido empieza a las 18.00 horas; los sábados y domingos, desde las 23.00. Y nunca termina antes de las 05.00 horas, porque, aunque los bares cierran a las 04.00 horas, la gente continúa con su fiesta particular. Joaquín, que también pertenece a la Asociación del Centro Antiguo, cree que hace falta voluntad política. «Hay leyes contra el botellón, contra los gritos y para vigilar los bares, pero no se utilizan porque no interesa», dice. Mientras, saben que esta noche, tampoco pegarán ojo.

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