El experimento de la Universidad de Salford consistía en grabar a un pato en una cámara de reverberación (como una iglesia, una sala muy reverberante). En esas condiciones el sonido emitido del pato tenía que hacer una larga reverberación y lo hizo. Demostraron que el graznido del pato hacia eco.
También experimentaron con el sonido del pato grabándolo en una cámara anecoica (con paredes recubiertas de espuma para evitar el eco) para tener una muestra de sonido sin eco ni reflexiones y luego lo grabaron en campo abierto con una pared cerca, para escuchar un único eco.
Esta segunda grabación tendría que escucharse como en la primera, pero no es así. Escuchamos que el graznido de un pato tiene reverberación y por tanto tendría eco en un espacio que tuviera paredes o obstáculos a distancias mayores de 17 m. En cambio en la tercera grabación es más difícil percibirlo. Es como habitualmente lo percibimos. Escuchamos como el sonido no empieza fuerte sino que gradualmente sube la potencia y luego baja. Es homogéneo y no muy agradable de oír. Para que el eco se escuche bien lo mejor son los sonidos fuertes y cortos, y no el graznido del pato que no es un sonido potente ni seco. Trevor Cox descubrió que las frecuencias que componen el enigmático "cuack" no son mágicas sino que simplemente resultan difícilmente percibibles por el oído humano.
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