martes, 5 de agosto de 2008

¿El graznido de un pato no produce eco?

El eco es un fenómeno provocado por la reflexión del sonido. La señal acústica original se extingue y escuchamos la onda, reflejada por algún obstáculo, como una nueva señal sonora. Se percibe muy claramente en los valles de las montaña, donde tenemos obstáculos a mucha distancia. Emitimos un sonido y nos llega su rebote en un cierto tiempo. Esta distancia mínima para que se produzca el eco es de 17 m.


El experimento de la Universidad de Salford consistía en grabar a un pato en una cámara de reverberación (como una iglesia, una sala muy reverberante). En esas condiciones el sonido emitido del pato tenía que hacer una larga reverberación y lo hizo. Demostraron que el graznido del pato hacia eco.


También experimentaron con el sonido del pato grabándolo en una cámara anecoica (con paredes recubiertas de espuma para evitar el eco) para tener una muestra de sonido sin eco ni reflexiones y luego lo grabaron en campo abierto con una pared cerca, para escuchar un único eco.

La segunda grabación producida en un recinto reverberante no se llega a producir eco porqué el sonido es rebotado en todo su perímetro y nunca hay un espacio de tiempo para que el oído llegue a interpretar como si hubiera dos sonidos. Obtenemos múltiples sonidos que se suman al sonido original y lo alargan varios segundos. El oído humano necesita 50 milisegundos para diferenciar un sonido como doble.


Esta segunda grabación tendría que escucharse como en la primera, pero no es así. Escuchamos que el graznido de un pato tiene reverberación y por tanto tendría eco en un espacio que tuviera paredes o obstáculos a distancias mayores de 17 m. En cambio en la tercera grabación es más difícil percibirlo. Es como habitualmente lo percibimos. Escuchamos como el sonido no empieza fuerte sino que gradualmente sube la potencia y luego baja. Es homogéneo y no muy agradable de oír. Para que el eco se escuche bien lo mejor son los sonidos fuertes y cortos, y no el graznido del pato que no es un sonido potente ni seco. Trevor Cox descubrió que las frecuencias que componen el enigmático "cuack" no son mágicas sino que simplemente resultan difícilmente percibibles por el oído humano.

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